
La fragilidad real de la ciencia en salud.
La ciencia no se quiebra por el peso de sus errores, sino por la ligereza con que aprendemos a convivir con ellos.
En los últimos diez años, la medicina basada en evidencias ha enfrentado un enemigo que no viene de fuera, sino desde el corazón mismo de su arquitectura: el sistema de publicaciones científicas. Pese a su aparente solidez, este modelo exhibe grietas cada vez más profundas.
La integridad de la evidencia no es un lujo académico; es la base sobre la que se deciden diagnósticos, tratamientos, políticas públicas y asignaciones presupuestarias. Sin embargo, los datos recientes muestran que esta base se erosiona de forma constante: a veces por negligencia, otras por fraude deliberado, y con frecuencia por una inercia editorial que se aferra a métricas y rutinas ineficaces para garantizar calidad y veracidad.
La era de las retractaciones
Las retractaciones, un indicador imperfecto pero revelador de la salud editorial, han alcanzado cifras históricas. La base Retraction Watch contabiliza más de 60,000 artículos retirados hasta agosto de 2025, y solo en 2023 Wiley/Hindawi eliminó más de 8,000 trabajos, la mayoría producto de paper mills, verdaderas fábricas de artículos creados para simular productividad y vender autorías (Else, 2023; Retraction Watch, 2025).
En 2024, Springer Nature retiró 2,923 publicaciones, equivalente al 0.6% de su producción anual (Springer Nature, 2024). Estas cifras no reflejan únicamente una mayor vigilancia, sino la magnitud de un problema que se infiltra en revistas de todos los niveles, incluidas las de mayor impacto.
El fenómeno de las paper mills
Se estima que el 2% de todas las sumisiones académicas provienen de estas redes (Christopher, 2022), que fabrican textos con datos falsos, gráficos reciclados y autorías en venta. Su huella es particularmente nociva en biomedicina, donde la complejidad estadística y la presión por publicar dificultan la detección de falsificaciones antes de la aceptación.
La pandemia de COVID-19 mostró que la presión por la inmediatez amplifica este riesgo. Casos como Surgisphere, con datos inaccesibles, llegaron a modificar guías clínicas y políticas regulatorias antes de ser retractados (Kwon, 2020).
Sesgos, outcome switching y spin
A estos problemas se suma el sesgo de reporte, especialmente el outcome switching: la alteración de los desenlaces predefinidos en un ensayo clínico para mostrar resultados más favorables. El proyecto COMPare reveló que 58 de 67 ensayos publicados en revistas médicas influyentes habían cambiado al menos un desenlace primario respecto a su registro original (Goldacre et al., 2016). Revisiones posteriores confirman que entre el 31% y el 40% de los ensayos clínicos mantienen este patrón (Jones et al., 2020).
El spin, o presentación sesgada de resultados, erosiona silenciosamente la calidad. Se ha detectado en 32%–38% de las revisiones sistemáticas (Boutron et al., 2019) y en hasta el 75% de los ensayos oncológicos de no-inferioridad con resultados negativos (Chiu et al., 2017). No falsifica los datos, pero los enmarca de forma que atenúa hallazgos adversos o exagera beneficios marginales, influyendo en la toma de decisiones clínicas y regulatorias.
Transparencia pendiente
La transparencia, tan proclamada como poco practicada, sigue siendo una deuda. A pesar de la política de data sharing obligatoria del ICMJE desde 2018, solo 10% de los ensayos comparten efectivamente sus datos individuales de pacientes (Naudet et al., 2021). Sin acceso a datos brutos, la replicación y verificación de hallazgos depende de la confianza, un recurso claramente insuficiente.
El caso latinoamericano
En América Latina, estas grietas se amplifican por limitaciones estructurales: menor acceso a herramientas de detección automatizada, dependencia de indexaciones internacionales y un ecosistema editorial vulnerable a revistas depredadoras. Editoriales recientes en Gaceta Sanitaria y SciELO alertan que estas publicaciones no solo afectan la reputación, sino que distorsionan el registro de producción científica regional (Aguado, 2021; Pacheco, 2022).
La solución no pasa por copiar modelos del norte global, sino por construir políticas editoriales propias, integradas con recursos tecnológicos, formación y cooperación interinstitucional.
Un punto de inflexión ético y técnico
El sistema de publicaciones en salud se encuentra en un punto de inflexión. Seguir acumulando guías sin traducirlas en mecanismos operativos equivale a sostener un ritual vacío. La medicina basada en evidencias necesita más que artículos publicados: requiere evidencia verificable, reproducible y libre de distorsiones.
Las medidas son claras:
• sistemas automáticos de alerta para artículos retractados,
• registro prospectivo de ensayos, auditado y obligatorio,
• depósito de datos y código como condición de publicación,
• filtros más estrictos en números especiales,
• y capacitación de autores y revisores para detectar y mitigar el spin.
No se trata de preservar un ideal académico abstracto, sino de salvaguardar la salud de millones de personas cuyas atenciones dependen de decisiones sustentadas en ciencia confiable.
El trasfondo ético
El desafío es, en el fondo, ético antes que técnico. Un sistema que tolera la mediocridad o la manipulación bajo la excusa de la productividad se traiciona a sí mismo y a la sociedad que lo financia.
Así como el Dog Park Paper mostró que la complacencia editorial puede ser engañada por narrativas seductoras, la salud pública nos recuerda que esa misma complacencia aquí tiene un costo en vidas y confianza.
Si la ciencia quiere seguir siendo pilar de las decisiones sanitarias, debe cerrar sus grietas desde adentro, con la misma rigurosidad con la que exige evidencias a todo lo demás.





























